jueves, 27 de diciembre de 2012

Extracto del capítulo “Tu propósito”, de La espiral de la felicidad


El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que apuntamos demasiado alto y fallamos, sino que apuntamos demasiado bajo y acertamos”
Miguel Ángel (arquitecto, escultor y pintor).
Espero que no hayas leído el título de este capítulo en el índice del libro y te hayas dirigido directamente a él buscando la gran respuesta. La respuesta a esa trascendental pregunta, como la mayoría de las respuestas que vas a necesitar para conseguir todo lo que anhelas, no las vas a encontrar en ningún libro. Como mucho conseguirás que un guía te acompañe en el camino de descubrir los lugares donde se encuentran dentro de ti, alguno de ellos quizá remotos ahora mismo. Pero los tesoros de esos lugares que descubras sólo podrán ser cargados por tus manos y transportados en tus espaldas… y, lógicamente, sólo tú podrás disfrutarlos y decidir compartirlos, aunque es evidente que todos los que te quieren también tendrán una recompensa indirecta a través de tu felicidad. 
El objetivo de este capítulo es que tú mismo encuentres tu meta, y todo lo que has leído detenidamente hasta llegar aquí es importante para que ahora ese objetivo se consiga. Eres quizá como un Mozart al que equivocadamente se le dio un pincel en lugar de un piano, y todos alrededor pensaron que tan sólo alcanzarías a ser un torpe pintor de brocha gorda. Hasta tú lo creíste. Ahora es el momento de romper esas creencias, de marcar un nuevo rumbo, de girar el timón y tomar nuevos vientos favorables. Debes elegir cuidadosamente tu destino para esta nueva aventura, para este desafío que es vivir. 
 ¿Listo para definir tu meta? ¿Notas el cosquilleo en el estómago? Es normal, son los nervios de algo importante que se acerca. ¿No es fantástico sentir que estamos a punto de encaminar nuestro futuro? No creo que haya prácticamente nada que pueda igualar la sensación de que somos los auténticos dueños de nuestra vida, no hay excitación mayor que la de sentir que el viaje más importante, el de mayor trascendencia, el que marcará nuestras vidas, está solo en nuestras propias manos. ¿Miedo?, espero que no. Yo estaría mucho más asustado si fuera otro el que decidiera por dónde irá mi vida, pero estando en mis manos es sobre todo un regalo y una gran oportunidad. Esa es tu situación ahora mismo. No dejes que pase un minuto más. Estés donde estés leyendo esto encuentra un instante de calma y comienza a pensar. No te estoy pidiendo que ahí, quizá en medio de un autobús repleto donde puede que estés ahora, encuentres en dos minutos el sentido a tu vida, el propósito final. Lo que sí te estoy pidiendo es que no subestimes ese momento, porque nada ni nadie puede asegurar que no lo vayas a encontrar ahí mismo. Piensa que el mejor momento que tienes para pensar en tu meta… ¡es precisamente ahora mismo! Lógicamente no puedes en el pasado, y el futuro no es una opción, porque no existe. Ahora estas aquí leyendo esto, con el estómago revoloteando porque puedes darle sentido a muchas cosas que antes no conseguías entender, y no es momento de dejar pasar la oportunidad. Agárrala con fuerza. 
Como hemos oído hasta la saciedad y, sobre todo, en épocas de crisis: “No pretendas obtener resultados diferentes si sigues haciendo lo mismo”. Esta frase, por repetida no es menos correcta. Es necesario que cambies ciertos parámetros básicos de tu modelo de reflexión para que el resultado que obtengas esta vez no te lleve de nuevo a un pozo de frustración. Debes tener en cuenta lo siguiente: 
El éxito no es único. Depende de cada persona y de su momento vital. Si a los dieciséis eras el rey si aquella chica te miraba o aquel chico te invitaba a tomar algo; o a los veinticuatro lo eras porque aguantabas más que nadie de marcha por las noches; quizá a los setenta te conformes con ser el único de tu grupo de amigos con la dentadura intacta. Como ves, el éxito entendido de esta manera tampoco supone tanto. Es el éxito que nos han vendido. Es tener el coche más grande del barrio, la casa más bonita, las mejores vacaciones. Es curioso que en la mayoría de los casos, según estudios que se han efectuado en diferentes grupos sociales, en esta comparativa por tener más, solemos mirar sobre todo hacia nuestro entorno cercano. Nadie se siente insatisfecho porque la Reina de Inglaterra tenga cientos de veces la fortuna que nosotros podamos tener, pero nos fastidia especialmente que, en la misma calle que vivimos, un vecino se compre un coche más potente que el nuestro. “Se supone que si está en mi calle yo debería tener eso o más”, solemos pensar en esa situación. Esto consigue enrabietarnos, y nos llenamos de ego para acrecentar nuestra ambición, y así derrotar al vecino próximamente. Quizá te parezca exagerada esta descripción aunque, por desgracia, la mayoría de las personas viven en situaciones incluso más extremas que ésta, cuando nos referimos al proceso de sucumbir al ego. Es cierto que así puedes ir tirando y viviendo una vida correcta, con tus pequeñas grandes victorias, alternando subidas y bajadas; pero no habrás descubierto la gran meta. No habrás sentido la gran satisfacción que brota en ese momento, cuando consigues entender que realmente ahora todo se alinea en tu favor, que por fin llegaste al lugar que debes ocupar en este universo.
Un caso real que recuerdo donde se refleja la visión que la sociedad nos suele crear sobre el concepto del éxito, y la frustración que en ocasiones nos acarrea, es el de una amiga que, cuando la llamé para felicitarla en su treinta cumpleaños, me dijo que se encontraba muy triste. Yo me interesé por saber qué era lo que le pasaba y ella me contestó: “Me siento una fracasada. Tenía unos objetivos para cuando tuviera treinta años: un trabajo estable que me diera mucho dinero, una relación sentimental asentada, un buen coche, casa propia, etc., etc.” Cuando terminó de enunciar cosas y de repetir que habían llegado los treinta y no tenía prácticamente nada de todo eso, yo le pregunte: “¿Tienes unos objetivos bien definidos para tu sesenta cumpleaños, dentro de treinta años más?” Ella me contestó que no, que no tenía nada pensado de ahí en adelante. Entonces yo le sugerí: “Pues ya los tienes. ¡Usa esos mismos! En ningún sitio dice que esos objetivos tengan que estar cumplidos justo a los treinta años. Si son tan importantes para ti, date por satisfecha si los has conseguido al final de tu vida”. 
Con esto quiero plasmar como la sensación de fracaso suele ser muchas veces la que nos generamos al comparar una situación actual con una idealizada y en apariencia muchísimo mejor. Y esto ocurre a veces incluso cuando la situación actual ya sea fantástica y capaz de hacer feliz a cualquiera. También es frecuente que la idealizada resulte muy apropiada socialmente, pero a nosotros tal vez ni siquiera nos convenga demasiado. Es esa sensación de hacer algo porque “se supone” que es lo que todo el mundo haría, pero que a ti realmente no te hace nada feliz. Debes analizar qué supondría tener éxito para ti, de manera congruente con quien eres y con lo que quieres de tu vida. 
Calma tu corriente de pensamientos. Igual que no podrás disfrutar del sol si las nubes se encargan de cubrir el cielo, tampoco podrás divisar tu meta si no encuentras la calma interior suficiente para que nada interfiera en ese momento. Para ello tienes que conseguir reducir esa corriente de pensamientos, que fluyen como el agua de un río caudaloso en pleno deshielo. Si fueras un ordenador, serían “megas” de información circulando a toda velocidad por tus redes neuronales, pero de los que tú sólo eres consciente de unos pocos “bytes”. Los estudios nos dicen que en cada instante no podemos procesar conscientemente más de siete a nueve unidades básicas de información, de los millones que nos llegan, de ahí el símil informático, que nos da una idea clara de órdenes de magnitud. Esos “megas” que pasan sin que los puedas procesar, crean un ruido de fondo que no dejan pensar con armonía, limpieza y profundidad. A mí me suele ayudar mucho la imagen del rio de pensamientos, y creo que puede ser bastante descriptiva para lo que necesitas hacer ahora. Tienes que cruzar ese rio para llegar a un lugar mucho más calmado donde pensar interiormente, sin perturbaciones. Para ello tienes dos opciones igualmente válidas: La primera sería conseguir bajar el nivel del rio, reducir su caudal. Para esto necesitas estar en un lugar tranquilo, respirar profundo, poco a poco, concentrarte en tu interior a través de tu respiración, e ir relajando cuerpo y mente. Irás bajando el flujo de pensamientos, hasta que ese caudal sea mucho más suave y puedas cruzar a la otra orilla sin que te cubra ni te arrastre. La segunda opción sería tender un puente firme que te lleve al otro lado sin que el rio te suponga un obstáculo. Esto se consigue yendo al extremo opuesto de la anterior opción, es decir: máxima concentración. Cuando eres capaz de concentrarte en lo que haces en cada preciso instante, al cien por cien, comienzas a perder referencias de lo que ocurre en el exterior, te aíslas sensorialmente volcándote en tu pensamiento consciente, y también evitas que te alcancen a interrumpir pensamientos llegados del subconsciente. Creas el puente hacia la otra orilla mientras el rio, ahora imperceptible por la distancia que has conseguido establecer con su cauce, circula mucho más abajo. Estás totalmente presente. Según el momento en que te encuentres, tanto personal (ánimo, energía, tensión…) como de entorno ahora mismo (en casa tranquilo, en un parque, en un autobús atestado…) podrías optar por una u otra de las opciones. Ten paciencia y consigue establecer uno de estos dos estados. Quedarse en medio puede suponer que nos arrastre la corriente y no consigamos nuestro objetivo. Ten paciencia. Estoy seguro de que puedes conseguirlo a poco que lo intentes con determinación. 
Aleja a tu ego. Aleja el miedo. Esta parte está muy relacionada con la anterior, puesto que el ego se encuentra como ya dijimos en nuestro subconsciente, pero sigue siendo peligroso incluso cuando hemos conseguido calmar esa corriente de pensamientos. Podríamos decir que hemos salvado el peligro de la corriente en sí pero debemos tener cuidado con las “salpicaduras” que puedas recibir, incluso estando ya al otro lado en la orilla. Ambas situaciones traen a tu mente los mensajes del ego y esto no nos ayuda en nada para el objetivo de establecer la meta. De esta manera te va empujando de nuevo a la corriente de ese río de pensamientos hasta que consigue poseer tu conducta y retornarla a la situación inicial, reforzando más aún el vínculo con la espiral negativa en la que te encuentras y confinándote con más fuerza dentro de ella. En pocas palabras, el ego no quiere que cambies. Se siente cómodo trayéndote a la mente su añorado pasado, y creándote esa sensación de amargura por no alcanzar ese futuro ideal que nunca llega. Es algo que hemos impreso como especie en nuestro código genético en el transcurso de miles de años, y que nos hemos transmitido de padres a hijos. Tienes que saber que esa es la razón principal, única prácticamente, de que no lleves a cabo tus deseos y de que no tengas una vida mejor. Hemos de alejar el ego de la dirección de nuestras acciones, y una buena forma de sentir que lo estás haciendo, es desintegrando el miedo tóxico que crea nuestra mente, pues es su principal herramienta para controlar tu voluntad. Tendrías que saber desenmascararlo para hacerlo desaparecer. La buena noticia es que estas dos acciones van juntas. Este tipo de miedo, cuando te das cuenta que es un esbirro del ego tratando de atarte a su tiranía, y consigues desenmascararlo, se desintegra. No tengas miedo. Estás en el camino. Hay lugares más oscuros que otros en el trayecto, pero la confianza de que sigues el dictado que tu interior te sugiere, debe darte el valor necesario para seguir adelante. No es el momento de mirar atrás. Estás cada vez más cerca. 
 Recuerda tu potencial. Le hemos dedicado mucho tiempo a consolidar esta idea, y quiero llevarte a ella de nuevo. Tienes el potencial dentro de ti para hacer todo aquello que quieras. No te sientas abrumado si la meta que sale de tu interior te parece excesivamente grande o complicada. Si sale de dentro, es que tienes el potencial para emprender el desafío de conseguirla. Tú sabes que montañas mayores han sido conquistadas. Lo demás es una cuestión de aplicar nuestras herramientas y saber enfrentarnos a las dificultades. Puede no parecer fácil y, tal vez, no lo sea en la práctica. Te repito que puede haber otros caminos, pero para mí, este es el que te dará posibilidades firmes para conseguir el éxito que deseas. Confía. Si crees que puedes, podrás. 
Proyecta desde el corazón. El corazón nunca te engañará. Seguramente ahora habrás fruncido el ceño rememorando quizá alguna ocasión donde lo seguiste, por pura intuición, y te pegaste un batacazo importante. ¡Espero por tu integridad que no hayan sido demasiadas! Pues sí, estamos de acuerdo. Yo nunca he mencionado que los designios del corazón no te hayan hecho sufrir, que no te hayan provocado dolor, yo sólo te digo que el corazón te lleva por donde tienes que ir. 
 Para empezar, es muy difícil proyectar las acciones que surgen en el corazón. Piensa todos los pasos previos que estamos dando con la intención de favorecer la conexión con tu auténtico yo. Quizá ya puedas ir entendiendo que muchas de las decisiones que en otros casos sentimos haber tomado desde el corazón, no eran más que juegos crueles de nuestro ego, engañando nuestra percepción, ganándote hacia la causa de la razón y la mente fría. Usando como argumento todos esos golpes que te llevaste siguiendo los dictados de tu interior, te hizo claudicar. Envidia, deseo, orgullo, ambición… muchas posibles intenciones ocultas camufladas de otras más nobles que te hicieron caer. No es real. Es un juego mental. Un engaño de nosotros mismos, de ese ego que se empeña en oscurecer nuestro potencial, nuestra alma, todo aquello que realmente nos puede liberar. 
De todos los mensajes, permanece especialmente atento al que llega desde tu corazón. En esos momentos en que tu mente está escuchando, esos instantes donde has conseguido que la corriente de pensamientos sea incapaz de interferir, lo que transmita tu corazón será el mensaje acertado.
...

2 comentarios:

  1. Tenía pendiente argumentar un poco el motivo de esta entrada en el blog. Sinceramente creo que, dentro del contenido del libro, este es un capítulo fundamental, así como siento que lo es para la vida de una persona. He conocido a muchas muchas personas que "sobreviven" haciendo aquello que pueden, que les dicen, aquello tal vez para lo que estudiaron y ahora aunque ya no les gusta "no es tiempo para cambiar". También he conocido a otras personas (lamentablemente menos) que han sabido mirar en su interior, (en la etapa de su vida que sea, no es cuestión de los años que hayas cumplido) y han tomado la dirección que veían indicada en él. Iba a decir: "curiosamente", pero no, no tiene nada de curioso; mejor decir: "lógicamente", las personas de las que hablo en último lugar suelen tener una sonrisa en la boca, una mirada limpia y vibrante, una fuerza vital desbordante... se sienten VIVAS. Tengo la sensación que empoderar tiene un punto clave en el descubrimiento del propósito verdadero en nuestras vidas. NO es el punto inicial, y por supuesto, no es el fin del trayecto, pero es desde ahí desde donde el concepto de vivir comienza a tener otros significados que anteriormente no hemos conseguido ni siquiera olfatear en la distancia. Una vez que llegas ahí, el aroma de lo que supone vivir consigue inundarte.

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  2. ¡¡Fantástico!!

    Está claro que una vida con propósitos es más potente. Las ideas son la brújula y nuestra fuerza interior las velas para llevar el barco a buen puerto.

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