¿Cómo y en qué medida nos afecta a lo largo de
nuestra vida el estilo de enseñanza (no solo de crianza, concepto que se tiende
a limitar de manera más exclusiva a ambientes estrictamente familiares)?
No puedo evitar cuestionarme el motivo por el que
hay ocasiones se tiende a la inactividad aun cuando las circunstancias aprietan
incluso a la propia calidad de vida. La actividad es una necesidad vigente en
cada ser humano, me atrevería a afirmar incluso que nacemos predispuestos al
movimiento, a la ejecución de determinadas pautas comportamentales importantes
para nuestra supervivencia personal, que trascienden incluso a la propia
indefensión de nuestras crías al nacer. Nacemos con toda una serie de reflejos
que nos permiten progresivamente ir adaptándonos a los medios de los que
disponemos, con ayuda, pero en todo caso mostrando un papel sumamente activo en
su desempeño. Observemos por ejemplo, un bebé recién nacido en el momento de la
succión: busca el pecho de su madre, repta hacia él… incluso hay ocasiones en
las que si nos paramos a examinar estas situaciones, muestra más seguridad a la
hora de la succión que la propia madre, cuya actitud está ya impregnada de
prejuicios, miedos e inseguridades.
Quiera, pues, proponer una serie de reflexiones
acerca de qué sucede en ese proceso educativo vigente a lo largo de todo el
desarrollo vital en todo ser humano para que esa tendencia innata hacia el
papel activo ante a la propia supervivencia vaya siendo minada de tal forma que
va decayendo hacia la inactividad.
Quizá cabe plantearse que este empuje, haya que
ir atajándolo desde la cuna.
En los últimos años, estamos empezando a ser
testigos de la re-aparición de un concepto que en mi opinión, creí que estaba
destinado a su extinción. Pero lejos de ser así, parece que vuelve, y retoma su
hegemonía con más fuerza que nunca. ¿El porqué? Honestamente, no me queda claro
si se trata de cuestiones políticas, mediáticas o sociales...
probablemente, una vez más estemos asistiendo a una suma de variables
implicadas. Pero pienso que se hace necesario meditar acerca del tema.
Reflexionar acerca de este concepto, eso sí, una vez que poseamos el
máximo de información posible al respecto, sin conformarse sólo con una pequeña
parte del mismo. Al fin y al cabo, recordemos, que explicar un término
apoyándose sólo en parte de su significado (normalmente aquél que te
beneficia), no sólo se trata de una aberración cuando tratamos temas
científicos, sino que además es una de las reglas de manipulación más
utilizadas.
Me estoy refiriendo al término AUTORIDAD. Hace
años en España (y aún vigente en muchos otros países), sufrimos las
consecuencias de la consideración de que la educación debía estar marcada por
este concepto. La autoridad en el pueblo en unos tiempos que a algun@s les
genera tanta nostalgia, la poseía la guardia civil, el cura y el
maestro. Y ahora, unos años después de la entrada del siglo XXI, parece
que se retoma como propuesta de solución de todos los problemas sociales... "a
los chicos de hoy en día les hace falta autoridad". Y
afortunadamente para mí, como soy mujer, y aquí sólo se habla en masculino, no
me doy por aludida, así que voy a desgranar y desmantelar esta idea :-).
Ya no sólo es una frase hecha, sino que parece que
toma un significado de imperativo, de necesidad. Pero no nos engañemos. No es
nueva. No se trata de una frase moderna, fruto del "vicio" y la
"mala educación" de una infancia en la que se tiene de
todo y a la que no se le ha puesto límites. Ya en la época de los antiguos
egipcios se encontró un papiro aludiendo a que "la juventud estaba
perdida". Curioso, ¿verdad? ¿O podrá ser que la única juventud sana era la
que existía antes de los antiguos egipcios?...
En fin, vamos a ir por partes. Quisiera hablar en
primer lugar de los diferentes estilos educativos que pueden aplicarse dentro
del seno familiar (con sus matices particulares para cada caso, por supuesto).
En este post, concretamente, me centraré en esta cuestión. Hay otra importante:
las normas (su creación, su necesidad, su establecimiento,...); pero lo dejaré
para una segunda parte.
ESTILO
ANÁRQUICO
Se caracterizaría por
una excesiva permisividad, así como pasividad ante los comportamientos del
hijo. No existirían límites, bajo el supuesto de que así es como se logra
auténticamente la libertad (lo cual obvia decir que se trata de una libertad
falaz e irreal). Los hijos cooperarían en la convivencia si ellos consideran
que así han de hacerlo. Ciertamente lo que se acaba produciendo es una actitud
de servilismo por parte de los padres, de sumisión, que puede crear auténticos
tiranos egocéntricos, con conductas socialmente poco adaptadas.
ESTILO
SOBREPROTECTOR
L@s hij@s han de ser protegid@s, cuidad@s en todo
momento por parte de los padres y madres (ya que es su responsabilidad), tanto
cuando viven en el hogar, como cuando lo abandonen. Es una actitud de absoluto
servilismo hacia ellos. Se plantea que cuando crezcan y se hagan mayores, ya se
ocuparán de sus asuntos, pero la realidad plantea que cada vez que tengan un
problema, los padres y madres estarán ahí para solucionárselo. En definitiva,
no se les deja crecer como personas, por una absoluta desconfianza en sus
posibilidades. Además, como se les intenta evitar la frustración a toda costa,
efectivamente, la probabilidad de que l@s hij@s se percaten de que sí que
podrían solucionarse sus propios problemas, disminuye.
ESTILO
AUTORITARIO
Este estilo se basaría en la premisa "se
aprende si duele", o lo que es lo mismo "lo que no te mata, te hace
fuerte". El hijo o la hija no es libre para expresarse, no puede ni
debe preguntar por qué han de hacerse las cosas que se hacen, cuestionar las
normas impuestas por el padre o la madre, y mucho menos aportar alternativas.
Se tienden a castigar los fracasos, pero raramente recibirán refuerzo los
logros.
Tal y como plantea Javier Urra, licenciado en
psicología y primer Defensor del Menor en España, "Las creencias de los
padres es que ostentamos la autoridad y hemos de hacerla cumplir con o sin la
colaboración de los hijos. Sus criterios se impondrán cuando sean padres".
Es decir, en los problemas que se pueden ir planteando a lo largo de la vida,
siempre va a ganar el que ostente el poder. Por eso hay que luchar por
conseguirlo, para luego, una vez que se ha logrado, ejercerlo con contundencia.
Esta es en definitiva, una breve y concisa descripción del estilo paternalista:
"en esta casa (o país) se hace lo que yo digo, que se lo os conviene a
todos".
En lo que respecta al "cachete", en
realidad es una consecuencia de una educación paternalista y autoritaria. Al
niño o la niña, no se le percibe como una persona. No tiene los mismos derechos
que el resto en la casa, por eso el padre o la madre puede aplicar el castigo
que considere conveniente, aunque sea físicamente, aludiendo además a que no se
trata de "pegar". Y yo me pregunto: si a ti te diera alguien un
cachete cuando alguien quiere que hagas algo que a ti no te apetece, ¿te
sentirías agredid@? Y si los menores también son personas de pleno derecho,
¿por qué a ell@s sí, pero al resto no? Suelo poner un ejemplo para pensar
acerca de ello: en toda convivencia, hay desavenencias. Y en ocasiones, un
abuelo, una abuela (e incluso ambos) se vienen a vivir con nosotros.
Imaginémonos que el abuelo en su casa tiene la costumbre de llevarse el orinal
a la cama por la noche. Pero a nosotros nos desagrada, porque tiene el baño al
lado de la habitación y además duerme en una habitación con moqueta... Aun
así, el abuelo insiste: es su costumbre. Le decimos que no lo haga, pero aun así,
a la mañana siguiente, vuelve a llevar el orinal. Y así día tras día, mañana
tras mañana. ¿Qué harías? ¿Se te ocurriría darle un cachete para que vaya
aprendiendo? La respuesta más común suele ser que ¡cómo vamos a pegar a un
anciano!... vaya, ¿pero no habíamos quedado que un cachete no es
"pegar"?
...sólo pido, por favor, reflexión al respecto.
Argumentación que vaya más allá de "para unas personas sí, pero para otras
no". Recordemos que el "grado" de persona, de ser humano
con derechos, no es algo que se adquiera sólo cumpliendo años, o cuando una sea
madre, sino que es un hecho que se produce en el mismo momento del nacimiento.
ESTILO
DEMOCRÁTICO
No se trata de lograr la perfección y la armonía
constante. Se trata de perseguir la justicia entendida para toda la familia. Se
trata de ofertar libertad, efectivamente, pero estableciendo unos límites para
todos y cada uno de sus miembros. No sólo hacia los hijos o hijas. Éstos pueden
y deben buscar solución a sus problemas, y han de ser partícipes en la toma de
decisiones, especialmente cuando les competen directamente. Se ha de fomentar
su responsabilidad en dichas decisiones y se les ha de dar la oportunidad de
comprobar las consecuencias de sus actos. O por decirlo de otra forma: si
el sábado no quieren ir a ver a su abuela, habrá que preguntarles por qué.
Puede que exista una razón de peso...o no. Pero la decisión por parte de un
padre o una madre de acudir a casa de la abuela o no, ha de ser tomada con el
máximo de información posible.
Un padre o una madre confían en que sus hij@s
resuelvan conflictos, aprendan a tomar decisiones y poco a poco vayan siendo
más independientes.
En mi opinión, un padre o una madre no deberían
de ejercer autoridad sobre sus hijos. Hemos de esforzarnos por convertirnos en
unos buenos líderes dentro de la familia. Ejercer autoridad no es lo mismo
que poseer dotes de liderazgo. Lógicamente esto hace que discurramos
más, que pensemos más en nosotr@s y al mismo tiempo ejercitemos la empatía.
Puede que parezca que se complica la labor de ser padres y madres, en cambio,
al fin y al cabo, me imagino que nadie creyese que tener un hijo o una
hija iba a ser una labor sencilla.
Y es que existen distintas formas de entender la
paternidad, diferentes maneras de entender la educación de l@s niñ@s. No hay
sólo dos formas de entenderla, como a veces parece que se intenta hacer ver
(Autoritarismo o Permisividad). Este binomio resulta altamente confuso: aquel
que desee pugnar por la imposición del autoritarismo, tiende a denominar
al estilo permisivo como "democrático", y nada más alejado de la
realidad, como ha quedado anteriormente expuesto. En todo caso, esa
permisividad es propia del estilo anárquico, carente de normas.
Este planteamiento es parcial y
potencialmente peligroso para la juventud: se necesita que las personas piensen
por sí mismas, que se desarrollen de manera plena, con autoconfianza.
Defendiendo sus derechos sin vulnerar los de los demás. Que sepan
agradecer lo que tienen, pero sin rendir pleitesía a nadie: por ejemplo, cuando
una persona con pocos recursos económicos saca una carrera, no lo hace gracias
a los padres o al Estado que le proporciona becas. Lo hace por sí misma, por
mérito propio. Otra cosa es que para lograr este derecho, se le proporcione los
medios adecuados.
En definitiva, no creo que la juventud esté
perdiendo valores. Puede que nos estemos desarrollando ahora mismo y
concretamente en esta cultura, bajo el prisma de que no nos falta de nada
(material, entendamos), pero esto no significa que no haya carencias de otro
tipo. Los que hoy en día nos gobiernan no son los más jóvenes, y su educación
probablemente estaba basada bajo esos mismos términos autoritarios que tanto
desean imponer a la población como remedio a todos los males.
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