martes, 1 de enero de 2013

RETO 1. DESPERTAR

En la confianza en sí mismo están 
comprendidas todas las virtudes
Ralph Waldo Emerson.


“Virtudes” entendidas en su sentido etimológico de virtus, traducción del término griego dynamis, que significaba literalmente potencia. Potencia activa, equivalente a fuerza interior. De ahí derivó también el término dinamismo.

Las diversas virtudes o potencias que se pueden manifestar a través de nosotros no son en última instancia atributos o propiedades nuestras sino formas particulares que adquiere el vasto fondo posibilitante.

Cuando despertamos del sueño de nuestra propia importancia nos liberamos del ego (reto 2), el principal enemigo de la aletheia (verdad entendida como desvelamiento). Esta cuestión se manifiesta con deslumbrante nitidez, es un rayo que nos parte.

No poseemos inteligencia o conciencia. Participamos de la inteligencia y la conciencia universales de una determinada forma, con nuestro ‘sello personal’, de modo similar a como los rizos de una corriente participan de la esencia de ésta aunque se destacen de otros rizos por su propia forma. Cuando el curso (source) gira sobre sí mismo se transforma, a ojos del observador, en un recurso (resource). Si tomamos un cubo de agua del río, ese pedacito de río es para nosotros un recurso.

La evidencia de todo esto genera dos beneficios en forma de virtudes: la humildad y la motivación por hacer. Al sentirnos partícipes de algo grande sin que nos aplaste (el ego teme ser aplastado, de ahí su poder para retener nuestros impulsos más íntimos a la acción) nos hacemos más humildes y sentimos la imperiosa necesidad de actuar en ese marco ampliado. Hacer el bien porque está bien hacerlo, sin esperar premios o reconocimientos personales.

¿Por qué esta evidencia no está disponible para todo el mundo? Básicamente por el condicionamiento cultural que nos ha ido moldeando la visión durante siglos. En nuestro espacio cultural, la tradición cristiana (religión interpretativa) ha convertido las virtudes anteriores en vicios: la humillación y el miedo a hacer. Todo gracias a la torsión del sentido originario por intereses espurios. Te hablan constantemente de humildad, de que somos pequeños frente a la grandeza de un supuesto Dios que no solo rige nuestras vidas sino que nos premia o castiga según sea nuestro comportamiento. Lo que se logra con eso es amansar nuestros impulsos, quitándonos las ganas de actuar porque ese Agente está fuera de nuestro alcance. Nos hace sentir tan pequeños que no podemos actuar. NOS LO CREEMOS a pies juntillas y entramos en una espiral de pasividad que nos acompaña hasta el momento del despertar.

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